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¡Sorpréndeme!
Escobar cincuenta años con cuentos
cuentos de la historia cotidiana de un pueblo que se está haciendo
02 de Agosto, 2009    General

el Tren de las once y cuarto

 

 :

  Tengo a la fecha, cincuenta años de edad, cuarenta de los cuales los he vivido en la localidad de Maquinista Savio, partido de Escobar, provincia de Buenos Aires. Podría decir que crecí junto a esta, mi localidad.

Si hay algo que ha dado esencia y característica propias a Maquinista Savio, ha sido “El Tren”. Empezando por su nombre, un paradigma del devenir ligado a la suerte del ramal Capilla del Señor - Victoria que con combinación en esta, permite llegar hasta Retiro, viajando a través de las mas lujosas urbanizaciones del conurbano norte y que con su empalme Pergamino, Venado Tuerto, Río Cuarto, como hasta hace poco indicaba un derruido cartel en la Estación Victoria, otrora se metía en el corazón de la región núcleo maicera, la de las tierras mas fértiles y la agricultura mas rica de nuestro país.                                                                                                    Sus ajetreados rieles fueron el camino de acceso de esas riquezas al gran puerto, desde donde partirían rumbo al mundo, trayendo divisas y futuro.                               

Entre nuestros escasos entretenimientos de niños, se apuntaba el de contar los vagones de los interminables cargueros que pasaban delante de nuestros ojos, haciendo apuestas sobre la cantidad que venían. ¿eran 30, 40 50?        

Así veíamos pasar chatas cargadas de piedras para la construcción, tanques con aceite, vagones repletos de granos, otros enigmáticos anaranjados  sin ninguna inscripción                                                                                                    

Pero los que despertaban nuestra codicia infantil eran los de Arcor, Lerithier y Georgalos.     Los imaginábamos repletos de turrones, botellitas de chocolate con licor y Mantecol y más de una vez planeamos emboscarlos en el puente del primer arroyo para saquearlos, como habíamos visto en las películas del lejano oeste.

Maquinista Savio no hubiera sido lo que es, de no ser por “el trencito”, como lo llamaban casi despectivamente los viajeros ocasionales o los forasteros de paso.

Desde los inicios del apeadero KM 48 el tren fue fundamental para el desarrollo de la vida de la población. En él, los tamberos de la zona llevaban a la usina sus tarros con leche ordeñada en el día y como por supuesto no existían las modernas cadenas de refrigeración de la actualidad, un faltazo del tren significaba la perdida de la producción, pero el tren no faltaba.

Con la explosión demográfica de las décadas del 70 y 80 que se diera en esta localidad como también en otras vecinas, por ejemplo Garín, el tren paso a ser la vía de comunicación ideal para miles de hombres y mujeres que iban a trabajar. Y no solo el traslado de las personas le incumbía, en el llegaban la correspondencia, las encomiendas y hasta los diarios. La vida se acomodaba al funcionamiento del tren y las urbanizaciones populares se fueron dando a partir de las dos líneas de acero que dibujaban sus rieles en el campo, hasta allí inhóspito.

El tren era parte fundamental de la vida diaria de la población. Sobre sus vagones se tejieron mil historia de amores y de odios, se iniciaron romances, se pactaron matrimonios, se confabularon infidelidades, se disolvieron parejas y se engendraron rivalidades acérrimas  y amistades selladas a fuego por toda la vida.

 El tren de las once y cuarto era el último servicio del día que salia desde la estacion Victoria. Los pasajeros que en él viajabamos casi que nos conociamos todos, y muchas veces el tren retraso su partida porque faltaba alguno de ellos, bajo el supuesto de algun atraso en los medios de transporte que los acercaban hasta la estacion.

 Era  el tren del regreso, mucha gente que dejaba sus trabajos,  fabriqueros, empleados, pequeños comerciantes,  vendedores ambulantes e inclusive los empleados ferroviarios que terminaban su guardia del turno tarde.

Ese era el tren que tomaba tres dias a la semana cuando volvia de la facultad, solia juntarme en el jolgorio de algun partido de truco o de chin chon, simplemente como espectador, un poco por respeto y otro poco porque no soy demasiado afecto a los juegos de cartas.

Aquel dia llegue con el tiempo justo por un atraso en el servicio de combinacion  de trenes.

pase al lado de los que ya habian empezado la partida de truco y me fui a sentar mas atras,       buenas noches - dije al pasar, -

-hola pibe como andas-  me contestaron, 

 - bien, respondí

  - bien, pero tego que estudiar, doy examen el lunes y ando medio flojo, asi que traten de no gritar mucho.

muy bien doctor, dijo alguien en broma.

me acomode dos asientos mas atrás dando la espalda al grupo, estaba sacando los apuntes de la mochila cuando lo vi.

Estaba acostado en el asiento de adelante y me miraba por la rendija que queda entre el asiento y el respaldar, tenia unos ojos negros enormes, tristes y profundos como una noche aciaga.   Lo mire por arriba, estirando apenas el cuello, estaba acurrucado tapado con su pullover cubriendole las piernas por debajo de las rodillas, cuando se dio cuenta de que lo miraba desvio la vista y la fijo en el dedo indice de su mano derecha que paseaba por el plastico helado.

El frio era un puñal que atravesaba la noche, pero yo, bien abrigado como estaba, recien me percate del mismo cuando vi ese pibe apenas vestido con un pantaloncito corto y un pullover raído y viejo, sin medias y con las zapatillas rotas en la punta.

Hola, le dije sin demasiado enfasis, el no me miro, como si yo no existiera siguio con  los ojos fijos en su dedo indice.

Intente ponerme a leer, pero esa presencia indenme a centimetros mios no me premitia concentrarme, era un iman que me atraia, yo fijaba la vista en el texto y sentia el brillo de sus ojitos tristes que se posaban en mi por la rendija del asiento.

Sin sacar la vista del apunte le pregunte, ¿ a donde vas?

El se puso de rodillas y pasando la cabeza por arriba del pasamanos del asiento me miro y me dijo - a Matheu.

Jorge le dije sonriendo y le pase la mano, el me miro extrañado frunciendo apenas la frente

¿ que?  me dijo

que me llamo Jorge, le repeti sosteniendo la mano

ahh,  dijo con una sonrisa entre picara y aliviada,  yo Lucas y me extendio una manito sucia fragil y  helada que me abrio la piel y me intoxico la sangre de tristeza.

Intente seguir la conversacion,

¿Asi que vas a Matheu, vivis ahi, ? 

Si, bah,  no. Mi tia vive ahi

¿ y vos donde ?

ehh en Beccar

¿y porque estas viajando a esta hora?

No me contesto, simplemente se encogio de hombros y se escabullo acurrucandose otra vez mirando su dedo indice.

Sin dudas le molesto la pregunta, tal vez porque le dolia la respuesta. Intente reanudar el dialogo, metí la mano en la mochila y saque dos alfajores que habia comprado a la mañana, Lucas! - me miró por la rendija con esos ojos y paso por encima del asiento esa manita, lo agarro con suavidad se puso de rodillas otra vez y me dijo:

Gracias,

De nada, respondi.

Vos donde vivis?

En Maquinista Savio

¿Y que estabas leyendo?

 Un apunte

¿Que es eso?

Es para estudiar

¿Que vas a la escuela?  

Voy a la escuela

Pero sos grande para ir a la escuela, 

 Bueno si, pero lo que pasa es que cuando terminas la escuela de los chicos, despues podes seguir estudiando, en la escuela para los mas grandes como yo.

Ahh siii!  para ser doctor, yo conozco un pibe que estudia para doctor y tambien es grande asi como vos, 

Claro solo que yo no estudio para ser doctor, estudio otra cosa.

Pero es como si fuera un doctor.

Si, como si fuera un doctor, ¿y vos en que grado estas? otra vez aquel gesto otra vez los hombros encogidos y la mueca de desamparo que parte el corazon, esta vez no se escabullo, me contestó

No, yo no voy a la escuela, antes iba, pero ahora no voy mas

Que lástima, los chicos tienen que ir a la escuela, ¿y tu mamá que dice porque no vas a la escuela.?

Nada, mi mama no dice nada, nunca dice nada mi mama, porque Victor la faja.

Quien es Victor,

El marido de mi mamá

Ahh entiendo  ¿y tu papá?

No sé nunca lo vi, mi mama dice que se murió, pero mi abuela dice que yo no tengo papá, que un dia apareci asi nomas como de un repollo.

¿y ahora vas a la casa de tu tia?

Si pero no se, a lo mejor me voy a la casa de mi abuela en Garín, porque mi tia tampoco me quiere mucho,  me peleo con mi prima y ella me echa.

y porque te vinistes de tu casa.

Me escape, Victor llegó borracho, le pegó a mi mama a mi hermanita y si me agarraba a mi tambien me pegaba.

¿ y porque les pega?

Porque si, porque llega borracho y nos empieza a pegar, entonces cuando yo lo veo que viene asi, me escapo.

El tren de las once y cuarto seguia su marcha tartamuda, detras mio los pasajeros de siempre  jugaban a las cartas, delante mio el pequeño pasajero de la tragedia humana transitaba su dolor sin remedio.

Entendi aquella noche muchas cosas que uno cree saber, entendi lo que es el dolor, la desesperanza,  entendi lo que es la miseria y el abandono, ese cuerpito esmirriado, sin medias ni abrigo, me traia todo el dolor del mundo, esa imagen descarnada del desamparo sentada frente a mi, como un maestro elocuente de la tragedia humana, que tanto nos cuesta ver, aunque pase al lado nuestro.

El viaje se hizo corto, Lucas no bajo en Garin, por lo que ya no iria a la casa de su abuela, me habia confesado que su tia no lo queria y que tampoco sabia bien en que parte de Matheu vivia.

Lo miraba mientras hablabamos y recordaba a los que pedian la baja de la imputabilidad, la pena de muerte y tantos otros caminos cortos y faciles a un problema tan dificil.

Pensaba que seria de él, donde dormiria esa noche helada de Agosto y la próxima y las siguientes,.

Llegamos Jorge o te quedastes dormido, dijo alguien que bajaba junto conmigo. No!, respondi apenas me levante, le pase la mano a Lucas y con una sonrisa le acaricie su pelo sucio y húmedo, el me miro con sus ojazos negros y senti su mirada helada derritiendo mi interior.

Agarré mi mochila empecé a caminar hacia la puerta

Jorge! lo escuche decir y me paré, sabia lo que iba a pedirme y sabia que no podía  hacerlo

¿Que?

Llevame a tu casa,

Me di vuelta y vi sus ojos negros llenos de lágrimas y oi su voz en un sollozo

Por favor insistió

Me quedo detenido en el tiempo y entonces comprendi que en ese momento en aquel tren de las once y cuarto eramos dos desesperados y me puse a llorar.

 

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publicado por jorgeargentina a las 19:18 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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Habiendo leña tirada
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